Es la habilidad para identificar, diferenciar y poner en palabras las diversas emociones, propias y de los demás. De esta manera, el niño podrá expresar lo que siente en distintos momentos, ya sea una emoción negativa o positiva, para así llevar a cabo acciones que disminuyan o prolonguen dicha emoción. Los niños deben ser capaces de expresar sin temor sus emociones y puntos de vista. Así mismo, deben poder identificar los momentos en que no logran controlar sus emociones y ser capaces de solicitar ayuda.

Implica la capacidad para controlar las propias emociones, pensamientos y acciones con el objetivo de desenvolverse adecuadamente en distintas situaciones sociales. Las respuestas provenientes de las distintas emociones deben adaptarse a las distintas situaciones o momentos. La regulación de emociones incluye también controlar la impulsividad para evitar violencia o comportamiento de riesgo, así como tolerar la frustración cuando no se obtienen resultados deseados y poder perseverar en el logro de objetivos.

Frente a una dificultad o problema, el niño debe poder identificar las causas y las personas involucradas para generar posibles soluciones que beneficien a todos. Así mismo, esta capacidad implica no postergar los conflictos, es decir, resolverlos de inmediato para evitar que el problema sea trasladado a otro ambiente o la molestia permanezca con él durante el día.

Este tipo de conducta se caracteriza por cualquier acto realizado en beneficio de otro tiene consecuencias sociales positivas. Son respuestas dotadas de empatía, condolencia, cooperación, ayuda, rescate, confortamiento o generosidad

La atención es la capacidad para focalizar la percepción en un estímulo interno o externo. La concentración es la habilidad para mantener la atención focalizada sobre un objeto o sobre la tarea que se está realizando